Tato Rodríguez, uno de los pocos jugadores de toda la LNB que ama realmente la camiseta que viste, rescata humildemente su valor de pertenencia y disfruta por duplicado el paso a la final de Peñarol. "Pasamos muchos años de sufrimiento. Ahora nos toca disfrutar", destaca.
Las victorias las vive con euforia; las derrotas, con extrema decepción. No hay punto medio para Sebastián Rodríguez, uno de los pocos jugadores de la Liga que juega en el club del que es hincha. Emblema de Peñarol (acaba de superar los 600 partidos con el Milrayitas) y máximo ídolo de la mitad de los marplatenses, Tato resultó pieza fundamental para liquidar la semi ante Libertad (3 a 0) y acceder a su tercera final consecutiva. “Estoy feliz por la actitud, dimos vuelta un partido tremendo. Pero también estoy contento por Peñarol, pasamos muchos años de sufrimiento y ahora nos toca, al fin, disfrutar. Otro equipo perdiendo por 30, tira la toalla y se va a la casa. Se nota que estamos bien”, explica el base.
-¿Cómo manejás vos el hecho de jugar en el mismo club del que sos hincha? Porque no es muy normal en la Liga…
-Lo afronto con alegría. Yo tengo suerte de jugar en el club que amo. No muchos pueden. Empecé a los cinco años acá. Se viven diferentes los triunfos y las derrotas. En los momentos malos se sufre el doble.
-¿Y ahora lo manejás mejor o seguís con el mismo fanatismo que cuando lo veías de afuera?
-De chico me volvía loco, no entendía las derrotas. Un triunfo con Quilmes era eufórico. Ahora estoy más tranquilo, porque crecí.
-¿Dónde estabas cuando ganaron el primer título, en el 94?
-Yo entrené con ese equipo. Bah, iba a pasar la pelota, a dar una mano. Había figuras por todos lados y un DT como Néstor (García) al cual yo admiraba. Cuando volvieron de La Pampa, donde ganaron la final ante Independiente, agarré la bici con un amigo y me fui a recibirlos. Ellos volvían en bondi. Fue emocionante. El destino quiso que el año pasado pueda vivirlo desde el otro lado, desde arriba del colectivo. Y la sensación fue irrepetible.
-¿Por qué creés que hay tan pocos casos como el tuyo de tipos que jueguen siempre en el mismo club?
-No es fácil. Esto es profesionalismo, acá se juega por dinero. Hoy por hoy es muy difícil que haya un jugador que haya nacido en su club en la Liga Nacional. No sé si habrá otros casos como el mío. Marcelo Milanesio, capaz… No sé. Por suerte tuve la fortuna de que Peñarol siempre me quiso. Y yo también siempre hice un esfuerzo para seguir: a veces he resignado plata para quedarme. Me siento cómodo jugando en mi casa. Pero entiendo que en otros casos es más difícil.
-¿Cuándo te tocó irte, seguías igual a Peñarol?
-Siempre. Cuando me fui a Boca, no me quería ir. Te lo puede decir (Domingo) Robles. Pero él mismo me recomendó que me fuera. Así que arranqué para Capital. Ahí Oveja (Hernández) me ayudó mucho, me trataron de maravillas e incluso ganamos la Liga. Pero mi ojo estaba siempre puesto en lo que pasaba en Peñarol. Para colmo había vuelto mi hermano al club. Y estábamos peleando el descenso. Una vez, me acuerdo que terminé un partido con Boca y me fui corriendo a Caballito, donde estaba viviendo, para terminar de escuchar a Peña con Libertad. Sufrí muchísimo. Estaba más pendiente del partido ése que del mío.